La Pobreza Llega al Taxi
Lo vemos todos, lo sentimos y lo padecemos. Te pinza la sien y notas el vacío en la boca del estómago. Es el quiero y no puedo. Es la rabia contenida, la mirada perdida y la mueca por sonrisa.
Compañeros que mal venden la licencia. Que prefieren quitarse el muerto antes de arrastrarlo por las calles de Valencia. Que lo primero que oyes al llegar a Casa después de catorce horas es un "¿cómo te ha ido?", y tu respuesta es no darla y mirar a los zapatos. Zapatos que llevas demasiado tiempo.
Es pensar cuánto te falta para el autónomo y cuando crees que lo tienes te das cuenta que te has olvidado de que tienes que llenar el depósito.
Antes lo llenabas, y ahora juegas con las monedas y con el "sí hago una más le echo 20 euros".
Mientras el sector nunca ha estado tan dividido, ya no hay posiciones, hay trincheras con franco tiradores.
Y seguimos llevando la Pobreza de copiloto. La encontramos en el taller, en la gasolinera, en casa y en la miradas de nuestros hijos.
Sí al menos estuviéramos Unidos. Sí fuéramos capaces de encontrar el entendimiento, sí tuviéramos conciencia en el dolor del compañero.
Pero no somos compañeros por desgracia. Somos taxistas, ahí se reduce todo.
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